1. La
sabiduría en la vida humana.
TODOS QUEREMOS SABER
El afán de saber es algo natural en el hombre,
y su felicidad está íntimamente relacionada con la sabiduría: La sabiduría le
capacita para para descubrir el sentido de su vida y actuar correctamente,
mientras que la ignorancia es fuente de desequilibrios y de errores en la
conducta que impiden conseguir la felicidad.
LA SABIDURÍA
Pero, ¿qué es la sabiduría?
De modo general, la sabiduría es el conocimiento
cierto de las causas más profundas de todo. Implica el conocimiento de todas
las cosas, aunque no se trata de un saber enciclopédico ni de pura erudición,
no supone la ciencia de cada cosa en particular.
Entre las causas profundas de toda realidad tiene
prioridad la causa final, es decir, en vista de qué ha sido creada o ha de ser
hecha cada cosa. Fin que es para cada ente su bien y, en general, el soberano
Bien (Dios) de todo el conjunto de la naturaleza.
Según San Agustín, la sabiduría es la ascensión a la
contemplación de la Verdad única y suprema. El objeto de la sabiduría es
la contemplación de la verdad y nada más que eso.
Según el Cardenal Newman la sabiduría es la visión
clara y exacta, reposada y comprensiva de todo el plan y la obra de Dios. Nadie
la posee en plenitud, fuera de Aquel que penetra todas las cosas (incluye la
visión cristiana).
En labios de Santo Tomas de Aquino: entre las artes,
se llama sabiduría a las más ciertas que, conociendo las causas primeras en un
género de artes dirigen a las otras del mismo género (como la arquitectura
dirige a los trabajadores manuales), así también se estima que algunos son
sabios del todo, o sea, no respecto a algún tipo de entes sino respecto a
todos, así como el sabio en algún arte tiene en él la máxima certeza, la
sabiduría general es la más cierta entre todas las ciencias, ya que alcanza los
primeros principios y las causas de los entes (su ser, sus causas finales,
etc.).
CÓMO ALCANZAR LA SABIDURÍA
Conviene aclarar que se puede alcanzar la verdadera
sabiduría sin el estudio de la filosofía (estudio profundo y sistemático), pues
la metafísica espontánea del conocimiento ordinario (conocimiento común de
las realidades que están más allá del mundo físico) basta para el
conocimiento de las verdades principales que permiten orientar correctamente la
vida humana. Sin embargo, se requiere de un estudio sistemático de esas
verdades para alcanzar la sabiduría en su extensión y profundidad en un
grado superior. Aunque el nombre de sabio suele aplicarse a quien destaca
en alguna especialidad concreta, propiamente se aplica a quien posee un conocimiento
cierto de las causas más generales y de las verdades más profundas de
todo, y por ello, es capaz de dirigir y persuadir a los demás. Puede
suceder que personas comunes y corrientes sean realmente más sabias (en sentido
estricto), que un científico que aborda con erudición pero superficialmente
cuestiones que caen fuera del ámbito de su especialidad.
EL AMOR POR LA VERDAD
Por otra parte, señalar que, el camino a
la sabiduría no se presenta de la nada. Para san Agustín, al igual que
santo Tomás, sólo se llega a la sabiduría mediante un hábito que dispone
al alma amar y así conocer la verdad tal cual como es. La dedicación a la
sabiduría exige necesariamente el amor verdadero a la Verdad. Lo que no se
ama por sí mismo no se ama. El sabio ama a la sabiduría por sí misma
y no en razón de ninguna utilidad, por consiguiente, del momento en que se
busca a la sabiduría en razón de otra cosa que no sea en sí misma, no se
estará en presencia de ella, sino que será cualquier otra cosa, pero menos
sabiduría.
El hombre sabio (Reflexión)
El sabio se mantiene alejado de la rivalidad, de la
codicia y de la confusión producida por los deseos.
El sabio es feliz al vivir, es bondadoso y armoniza con todos, es sincero
al hablar, equilibrado y recto en el trabajo y en la vida.
Sabe valorar a las personas por sus acciones y no por sus palabras.
Se aleja del hombre ruidoso y cuya maldad reina en sus palabras y en su
corazón.
Calla cuando debe callar y habla cuando debe hablar.
Cuando acaba su obra, se retira oportunamente, su respiración es fresca como la
de un niño, y busca siempre beneficiar a los hombres.
El sabio es difícil de comprender, es cauteloso como quien atraviesa un río en
invierno, prudente como quien tiene enemigos, reservado como el huésped de una
casa, sencillo como la madera, tranquilo como un valle y profundo como las
aguas de un lago.
El sabio posee poco porque se ha olvidado de las cosas, su presencia es modelo
para todos los hombres.
No se muestra, por eso resplandece, no se vanagloria, por eso sobresale, no se
exalta, por eso merece elogio, es humilde y se mantiene íntegro.
Permanece independiente, aunque viva rodeado de gloria y esplendor nunca pierde
la paz.
El sabio no es impetuoso, y nunca pierde el dominio de sí mismo.
El sabio no ofende a nadie, y nunca halla motivo para rechazar a nadie.
El sabio es aquel que se conoce a sí mismo, que quiere conquistarse a sí mismo,
más que conquistar a otros.
El sabio, contemplado, no parece digno de ser mirado, oyéndolo, no parece digno
de ser escuchado,
sin embargo, contiene en sí todas las virtudes.
El sabio parece que no hace nada y, sin embargo, nada queda sin realizar.
El sabio hace del corazón de los demás el suyo propio.
Con el bueno obra de forma buena, con el malo obra de buena forma.
El sabio se parece a un niño, nada ni nadie le daña.
El sabio se da cuenta de las cosas que para los demás pasan inadvertidas, y
estima por igual las grandes y las pequeñas.
Un hombre sabio daría la vida por ti y por mi, sin siquiera conocerte.
Un hombre sabio no intenta liquidar el mal, sino que aprende a vivir sin él. Un
hombre sabio ni siquiera sabe que es sabio.
Fuentes
- Artigas, M. (1995). Introducción a la filosofía.
- La sabiduría en Aristóteles (s.f.). Disponible en http://dianoia.filosoficas.unam.mx/files/2013/7021/0768/DIA57_Gomez_Robledo.pdf
- Calvo, F. (s.f.). Disponible en http://revistamarina.cl/revistas/2000/3/calvo.pdf
- El hombre sabio (s.f.). http://www.pensamientos.com.mx/el_hombre_sabio.htm
2. Tipos de Sabiduría.
La capacidad del conocimiento y el mismo conocimiento
no es fin en sí mismo sino medio para que el hombre alcance su fin: La
felicidad plena en Aquel que es principio y fin de todo.
LA
SABIDURÍA FILOSÓFICA (SABIDURÍA METAFÍSICA)
En el plano natural, la
sabiduría más perfecta se alcanza mediante la metafísica, ya que ésta considera
las causas más profundas de la realidad en la medida en que pueden conocerse
por la razón natural (puede conocerse toda la creación, Dios, el alma humana
que es espiritual). La metafísica proporciona las bases para el correcto
planteamiento de las ciencias particulares (Eje: para la medicina, la biología,
la psicología, etc.) y para interpretar sus resultados, y es el fundamento de
la ética natural. Aunque la metafísica no abarca en detalle todas las ciencias,
juzga el valor y el sentido últimos de estos conocimientos particulares,
y así hace posible la ordenación de los conocimientos y de las acciones hacia
su verdadero fin.
CRISIS DE
SENTIDO DE LAS CIENCIAS
Sin embargo, como señala el
Papa Juan Pablo II, en su encíclica Fides et Ratio, que uno de los elementos
más importantes de nuestra condición actual es la “crisis del sentido”. Los
puntos de vista, a menudo de carácter científico, sobre la vida y sobre el
mundo se han multiplicado de tal forma que podemos constatar cómo se produce el
fenómeno de la fragmentariedad del saber. Precisamente esto hace difícil y a
menudo vana la búsqueda de un sentido. Y, lo que es aún más dramático, que
muchos se preguntan si todavía tiene sentido plantearse la cuestión del
sentido. La pluralidad de las teorías que se disputan la respuesta, o los
diversos modos de ver y de interpretar el mundo y la vida del hombre, no hacen
más que agudizar esta duda radical, que fácilmente desemboca en un estado de
escepticismo (desinterés por la verdad porque según ellos no se puede alcanzar)
y de indiferencia o en las diversas manifestaciones del nihilismo (nada es
posible). La consecuencia de esto es que a menudo el espíritu humano está
sujeto a una forma de pensamiento ambiguo (confuso), que lo lleva a encerrarse
todavía más en sí mismo, dentro de los límites de su propia inmanencia, sin
ninguna referencia a lo trascendente. Una filosofía carente de la cuestión
sobre el sentido de la existencia (planteamientos filosóficos equivocados, que
los hay) incurriría en el grave peligro de degradar la razón a funciones
meramente instrumentales, sin ninguna auténtica pasión por la búsqueda de la
verdad.
Sólo a manera de muestra de
este sinsentido: muchas veces se nos pregunta ¿Por qué estudia esta carrera? y
no sabemos qué responder o damos una respuesta superficial.
FE Y
SABIDURÍA
Sin duda, la fe nos da a
conocer el sentido último de la existencia humana. Hoy día es verdad, como
siempre ha sido, que una persona que posea una fe auténtica en la revelación de
Cristo posee, automáticamente, un conocimiento del sentido de su vida que le
basta para alcanzar su fin. Además, por mucho que avancemos en las ciencias y
en la filosofía, no alcanzaremos el nivel de los conocimientos que proporciona
la revelación.
Por eso añade el papa que
para estar en consonancia con la palabra de Dios es necesario, ante todo, que
la filosofía encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido
último y global de la vida (por ejemplo las filosofías nihilistas,
existencialismo pesimista). Haciéndolo así, la filosofía no sólo será la
instancia crítica decisiva que señala a las diversas ramas del saber científico
su fundamento y su límite, sino que se pondrá también como última instancia de
unificación del saber y del obrar humano, impulsándolos a avanzar hacia un
objetivo y un sentido definitivos. Esta dimensión sapiencial se hace hoy más
indispensable en la medida en que el crecimiento inmenso del poder técnico de
la humanidad requiere una conciencia renovada y aguda de los valores últimos.
Si a estos medios técnicos les faltara la ordenación hacia un fin no meramente
utilitarista, pronto podrían revelarse inhumanos, e incluso transformarse en
potenciales destructores del género humano.
PRESENCIA
DE LA SABIDURÍA FILOSÓFICA EN LAS DEMÁS CIENCIAS.
Ahora bien, la sabiduría
(como filosofía que busca la verdad correctamente) considera todas las cosas a
la luz de sus causas últimas (sobre todo en relación con Dios, que es principio
y fin de todas las criaturas): de ahí que, permite juzgar y ordenar
convenientemente todas las cosas y acciones respecto a su fin último (Dios).
Si se consideran las causas
últimas de los diversos ámbitos de la realidad, puede hablarse de sabiduría
respecto a esos diversos ámbitos particulares:
- A las ciencias
particulares que estudian ámbitos concretos de la realidad.
- A la filosofía moral
que estudia las acciones voluntarias.
- Las diversas artes que
tratan acerca del orden que el hombre pone en las cosas que produce
(artificiales, arte-factus).
- También a la prudencia
(aplicación de la moral a casos concretos), aunque no es una ciencia en el
sentido estricto, se le aplica el nombre de sabiduría.
Artigas, M. (1995).
Introducción a la filosofía.
Artigas, M. (1999). El
diálogo ciencia-fe en la Encíclica "Fides et ratio" disponible
en http://www.unav.es/cryf/fidesratio.html#titulo8
3. Sabiduría y Ciencia
La sabiduría filosófica
(metafísica) es también ciencia, puesto que la ciencia es el conocimiento de
verdades a las que se llega por demostración a partir de unos principios. Y la
metafísica versa sobre las causas últimas y los primeros principios y/o procede
a partir de ellas.
La metafísica es a la vez
ciencia y sabiduría, dado que no hay contradicción entre ambos aspectos, ya que
precisamente es sabiduría por ser ciencia que considera las causas últimas de
todo en el orden natural.
Hay que aclarar que la sabiduría
filosófica se distingue de las ciencias particulares en razón de su objeto y
método, como se verá en un apartado posterior.
Artiguas, M. (1995).
Introducción a la filosofía.
4. Sabiduría e Ignorancia
SABIDURÍA VS IGNORANCIA
Como ya se ha visto, la
sabiduría tiene una esencial importancia para ordenar la vida humana a su fin;
por el contrario la ignorancia es causa de diversos obstáculos que impiden la
correcta ordenación de la vida. Por eso la ignorancia ocasiona serios perjuicios
a quien la posee.
Sin embargo, la sabiduría
en sí misma no basta para hacer al hombre moralmente bueno, pero permite o
facilita conseguir la rectitud moral y, con ella, la felicidad.
NECESIDAD DE LA VIRTUD
Entonces, ¿qué más es
necesario para que el hombre sea moralmente bueno? Es necesaria la virtud.
Virtud y saber van de la mano, el conocimiento y la virtud se influyen
mutuamente, ya que la rectitud moral exige la prudencia y la prudencia exige la
virtud. Se requiere de una persona que, por buenas costumbres, se alegre con el
bien y odie el mal (como cuando se prepara el campo para que la semilla caiga
en tierra buena y dé buen fruto), pues quien vive gobernado por las pasiones no
oye con buena disposición las palabras de quien le amonesta. Se necesita
disposición interior movida por una sana libertad. Por eso sólo se vuelve bueno
aquel que acepta el bien libremente.
REPERCUSIONES DE LA
IGNORANCIA EN LA VIDA DEL HOMBRE
Ya se dijo que el
conocimiento no basta para hacer al hombre bueno y feliz, pero la ignorancia
sobre el bien dificulta la vida moral y la felicidad.

Fuente: https://a.wattpad.com/cover/21606894-256-k134140.jpg
El estudio de algunas
ciencias particulares (poco relacionados con un compromiso con las personas) no
interfieren en las disposiciones morales del sujeto. Por ejemplo: las
demostraciones matemáticas, la física matemática, algunos aspectos de la
historia, etc. Pero hay otras ciencias que sí interfieren en la vida moral
del sujeto, son aquellas directamente relacionados con la persona humana. Por
ejemplo: la medicina, la psicología, etc.
Muchas veces, cuando se
estudian problemas que tienen repercusiones sobre la actitud ante la vida, la
objetividad en tal ciencia se hace depender de las disposiciones subjetivas del
sujeto o sujetos involucrados: puede darse ahí una ignorancia revestida de
ropaje científico, que lleva a defender preferencias personales por encima de
las razones objetivas. Esa ignorancia pseudo-científica es un obstáculo serio
para llegar a una visión objetiva de la realidad y, por lo tanto, a la
verdadera sabiduría teórica y moral.
Así por ejemplo, quien
acepta las leyes históricas defendidas por el marxismo, se ve inclinado a
interpretar muchos hechos históricos en función de la lucha de clases y de los
intereses económicos aunque no haya datos para hacerlo o los datos sean
contrarios o indiferentes a esa interpretación. Algo parecido le sucede al
materialista al estudiar la psicología: tenderá a ver la conducta del hombre de
modo determinista (la conducta le determina), de un modo arbitrario y
anticientífico. La clonación humana desde el punto vista materialista verá
únicamente una manipulación de órganos humanos materiales, no verá que se está
jugando con la dignidad de la persona, a la vez, que se le irrespeta. En estos
y otros casos semejantes la verdadera sabiduría facilitará una actitud libre y
objetiva y ayudará a descubrir los errores de los reduccionismos
pseudo-científicos.
Cuando se trata
directamente de la sabiduría, el hombre se encuentra con verdades que
comprometen profundamente su existencia; por eso la ignorancia y el error en
estas materias tienen estrecha relación con la rectitud moral del sujeto. El
conocimiento acerca de las verdades más profundas exige una voluntad recta que busque
sinceramente el bien sin dejarse arrastrar por las preferencias arbitrarias.
Aquí es necesario hacer correcto uso de la libertad.
Todos estamos llamados a
vivir en la verdad y librarnos de los errores.
Artigas, M. (1995).
Introducción a la filosofía.
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