2. El estudio metafísico del hombre.

Ya tratamos el mundo interior que tienen en común hombres y animales, en sus diversos grados, ahora veremos lo específicamente humano, sin pretender agotar el tema, pues, además de ser muy amplio, se estudiará en la Antropología Filosófica.

a) El alma humana.

·         Naturaleza del alma humana.

En los diferentes niveles de vida, las formas son inmateriales, y de ellas se dice que son espirituales las que no necesitan de la materia para subsistir. Este es el caso del alma humana, que es incorpórea y subsistente. 

El alma humana es la forma substancial del cuerpo, es espiritual, no necesita del cuerpo para subsistir en el ser. Por eso, el cuerpo subsiste en el ser del alma, y el alma subsiste con su propio ser independiente del cuerpo. El alma humana actúa a través de dos facultades también espirituales, la inteligencia y la voluntad. Por la inteligencia busca la verdad y por la voluntad tiende al bien. 

·         Origen del alma humana.

Antes del alma espiritual no hay nada a que referirla, y por tanto, es creada. Como resulta que Dios es la misma causa eficiente creadora, como se ve en Teodicea, el alma es creada directamente por Dios de la nada, y por tanto Dios es la única causa del ser del alma.

El alma, creada por Dios, la infunde en un cuerpo generado por los padres. Estos transmiten la naturaleza humana en su parte material, y con esto ejercen una causalidad preparatoria en orden a la infusión del alma por parte de Dios. Tal infusión es una acción de Dios de orden natural, no milagroso. Por eso, desde el punto de vista filosófico y también científico, desde el primer momento de la concepción ya hay individuo de suyo independiente, cuya vida se debe respetar siempre.

·         Inmortalidad del alma.

Como la forma substancial, que es el alma humana, no depende del cuerpo para nada, no puede dejar de ser por la corrupción del cuerpo. El razonamiento para demostrar la inmortalidad del alma es el siguiente:

o    El hombre realiza acciones en las que no interviene el cuerpo: Eje.: el conocimiento intelectual. 

o    El alma puede obrar sin el cuerpo (en el entender y en el querer) también puede existir sin él, porque el modo de obrar depende del modo de ser.

o    El alma es una forma substancial espiritual simple, de tal manera que cuando el cuerpo desaparece, el alma (la forma y esse) sigue existiendo.

o    Una forma espiritual y simple no puede corromperse. Y las formas sólo pueden ser corrompidas por la acción de sus contrarios, por la corrupción de su sujeto o por defecto de su causa. Pero el alma humana no puede corromperse por la acción de su contrario, porque no hay nada contrario a ella, pues por el entendimiento posible es a la vez conocedora y receptiva de todos los contrarios; ni por la corrupción de su sujeto (Eje.: al destruir el ojo desaparece la capacidad de ver), pues ya se ha demostrado que el alma humana es una forma y no depende del cuerpo en cuanto al ser; ni tampoco por la corrupción de su causa (Eje.: el aire pierde la luminosidad al desaparecer el sol), pues no puede tener otra causa que la eterna.

Luego de ninguna manera puede corromperse el alma humana, y por lo tanto es inmortal. Sobre el destino eterno del alma, la filosofía tiene muy poco que decir. Solamente el alma separada posee un obrar diverso al que tenía cuando estaba unida al cuerpo, y que la voluntad queda adherida al último fin que eligió antes de la muerte.


El tema de la muerte es algo vital para el hombre, y conviene decir algunas cosas al respecto desde el punto de vista filosófico. La afirmación de que la muerte realiza plenamente al hombre exige que ésta sea concebida como una acción en el sentido estricto de la palabra y, además, como la acción vital más plena y llena de sentido. Y  ello se debería a que la muerte fuera la suprema perfección del hombre, o que, la muerte por sí misma abriría las puertas a una forma de vida más perfecta que la existencia corporal. Pero siendo fieles a santo Tomás, veremos cómo la muerte es un "mal" haciendo hincapié en el carácter unitario del hombre.
  • La muerte como el máximo de los males.
Para santo Tomás, la muerte es un mal. En muchos de sus escritos la muerte no aparece sólo como el mal mayor, sino como el mal que recapitula el resto de los males: el hambre, la enfermedad, el dolor, etc.  y la raíz de la muerte es el pecado: por él, el hombre se torna pasible y mortal, y siente en el cuerpo el "defecto" de la corrupción. Por eso, es contradictoria esta afirmación con aquellas otras que dicen que la muerte realiza el ser del hombre.

La muerte es el peor de los males por las razones siguientes: 

    • La muerte, privación de la vida: A pesar de la inmortalidad del alma, la muerte es la privación de la vida,que es el bien que debe ser amado máximamente. Por ello, la muerte debe ser considerada como mal. De este modo, la muerte contraría a la naturaleza humana, que tiende al ser y no a la nada, siendo ésta resultado de la debilidad de la naturaleza que no puede conservar su unidad.
    • La muerte separación alma-cuerpo: La muerte debe entenderse como la separación del alma-cuerpo, y dada la importancia del compuesto  -hombre-, la muerte es algo que repugna a la naturaleza de cada hombre. La muerte afecta primordialmente al cuerpo, que pierde su perfección y su sentido, pero también al alma, que aun poseyendo vida propia es en cierto modo una substancia incompleta porque, por naturaleza, es a la vez forma substancial de un cuerpo; es decir, el alma queda en estado violento (violentado), de tal manera que uno de los argumentos empleados a favor de la resurrección es su posterior unión al cuerpo.
    • La muerte, pena del pecado: La muerte, desde el punto de vista teológico, es una consecuencia del pecado original.
  • La muerte, mal de la naturaleza.
La forma es incorruptible, y la materia, corruptible. Por esto, tanto la corrupción como la incorrupción son naturales al hombre; pero al ser la forma el fin de la materia, es más natural al hombre ser incorruptible que morir. Por eso, la muerte es natural al hombre según el cuerpo, pero no según el alma. Así pues, la muerte no es contraria al cuerpo, pero es incongruente con respecto al alma y a la proporción que la materia debe tener para con su forma.

En fin, por lo dicho anteriormente, podemos concluir que la muerte no puede ser concebida como perfección del ser, sino como su frustración. Por lo tanto, la muerte no puede ser considerada como una acción, sino como una pasión (de padecer). No es una acción buscada, porque sería un acto en contra de la naturaleza. Por ello, la separación del cuerpo es una pasión involuntaria. Por lo tanto, la muerte no es algo positivo, sino una privación.

b) La inteligencia.


Todo este tema se desarrolla con mayor detalle en el de la lógica, por lo mismo aquí simplemente haremos algunas alusiones bastante puntuales. 

  • Naturaleza y objeto de la inteligencia.
Santo Tomás dice que "lo primero que el entendimiento capta en las cosas es el ente, ya que una cosa es cognoscible en cuanto que está en acto", por esto el objeto propio del entendimiento es el ente.

Sin embargo, ordinariamente lo que nos preguntamos ante lo desconocido: ¿qué es eso?, a lo que contestamos: "es algo". Es decir, por una parte vemos que todo lo que existe "es", y además "es algo". El "es" es lo que se denomina en filosofía "ser" y el "algo" es lo que se denomina "esencia". Y la unidad de esos dos factores, ser y esencia, es a lo que se denomina ente. Ahora bien, véase que la noción de ente no es ningún sensible, es decir, no es captado por ningún sentido externo o interno, sino que es un inteligible, es decir, el objeto de la inteligencia. Por eso, no puede haber absolutamente nada  que no sea objeto de la inteligencia, pues todo es algo, es decir, es ente.

Una vez dicho que el ente es el objeto de la inteligencia, conviene matizar que el objeto propio de la inteligencia humana unida al cuerpo es la naturaleza de los entes sensibles. Si no hay conocimiento sensible, el conocimiento intelectual resulta mermado o imposibilitado y, además, cuando hablamos del objeto propio queremos indicar que es el objeto captado directa e inmediatamente y a partir del cual se conoce todo lo demás.

En cuanto a la naturaleza de la inteligencia, hay que aclarar que, el acto  de entender se produce sin intervención intrínseca del cuerpo, aunque, como hemos visto, requiere una actividad sensorial y, por lo tanto, corpórea. Ahora bien, el objeto del intelecto es un universal y, por lo tanto, el intelecto es completamente inmaterial o independiente de la materia: carece de órgano corpóreo. Sin embargo, aunque es una facultad de carácter espiritual, tiene al cerebro como base fisiológica de sus operaciones.
  • Operaciones de la inteligencia.
Tres son las operaciones de la inteligencia: la simple aprehensión, el juicio y el raciocinio. La simple aprehensión: es la primera operación de la mente, por la cual captamos la esencia, a la que se llama concepto. Ahora bien, en esa primera captación no llegamos a alcanzar la verdad de las cosas. Esta se alcanzará mediante una pluralidad de operaciones y, más concretamente, en el juicio. Después de la simple aprehensión y del juicio, todavía cabe, o se requiere, una mayor integración de actos intelectuales, en orden al perfeccionamiento y al aumento del conocer. Y a esa conexión del juicio es a lo que llamamos raciocinio, razonamiento o proceso discursivo de la razón.

Ahora cabe plantearse si hace falta una nueva facultad para el raciocinio. Pues bien, el proceso del raciocinio lo realiza la misma facultad que aprehende y juzga,  es decir, el intelecto paciente o simplemente intelecto. Sin embargo, el proceso discursivo se lleva a cabo de un modo discontinuo, es decir, según las fases de comprender-indagar-comprender; por eso, la facultad que razona (la que averigua o indaga) es la misma que juzga y aprehende, porque comprender es la perfección del averiguar. Por eso, dice santo Tomás que el entendimiento y la razón son en el hombre una misma potencia. El intelecto humano no es capaz de poseer o conocer todas  las cosas de una vez, y por ello es por lo que existe la razón;  la razón existe por defecto de la inteligencia.
  • Conocimiento especulativo y práctico.
El conocimiento se divide en especulativo y práctico, según se refiera a su objeto, tan sólo para conocerlo o bien para usarlo con vistas a otra cosa. Tanto el entendimiento práctico como el especulativo no son dos potencias distintas. Sin embargo, el entendimiento especulativo se ordena a la contemplación de la verdad, y el práctico ordena lo aprehendido a la acción. Por eso, sólo difieren en el fin.

c) La voluntad.

  • Naturaleza y objeto de la voluntad.
La voluntad es una facultad de naturaleza espiritual, cuyo acto es la inclinación apetitiva hacia un bien aprehendido por la inteligencia. El objeto de la voluntad es el bien captado por el intelecto; pero para que la voluntad tienda hacia algo, no se requiere que eso sea verdaderamente bueno en realidad, sino que sea aprehendido bajo la razón de bien. Por eso, el fin de la voluntad es el bien, o lo que aparece como bien. La voluntad es una facultad distinta del apetito sensitivo, pues por ésta sólo se podrán querer cosas para satisfacer deseos orgánicos. En cambio, el objeto formal de la voluntad es el ente como bueno.

La voluntad no se dirige al bien universal en cuanto abstracto, sino en cuanto totalidad real y concreta del bien; pero como dicha totalidad de bien no se puede tener presente, se dirige al bien concreto y real que la inteligencia capta. Por eso, el horizonte volitivo del hombre es inagotable, insaturable y sólo podría ser saturado alcanzando su último fin (Dios). La voluntad es la primera entre las fuerzas motrices de los seres que tienen entendimiento: ella aplica todas las potencias al acto, pues entendemos porque queremos, imaginamos porque queremos y así las otras facultades. 
  • Inclinación natural de la voluntad.
El Creador ha puesto en todas las criaturas una inclinación natural hacia el bien. Cuando un hombre apetece una cosa, podemos distinguir un doble plano en su acto de querer: el bien concreto que se quiere y la razón formal por la que ese bien es amado. Y esa razón formal no es otra que la bondad que esa cosa encierra. La tendencia natural de la voluntad tiene por objeto esta razón formal de la bondad que todos los entes poseen por el mero hecho de ser (Por eso, se dice que las cosas no son buenas porque alguien las quiere, sino que las quiere porque  son buenas). Y esta razón formal de bondad se encarna en los bienes concretos; pero como ninguno de estos bienes concretos agota la razón formal de bien (ni siquiera Dios, en cuanto conocido en esta vida), la voluntad, ante cualquier bien finito, está indeterminada. Cuando la voluntad llega a poseer la totalidad del bien (Dios, conocido en la vida eterna), toda su energía concupiscible, toda su ansia, desaparece, y queda en el reposo y la quietud de la volición del bien, que recibe el nombre de felicidad.
  • El proceso del acto voluntario.
El acto global de la voluntad está constituido por diversos actos singulares que se corresponden con otros actos intelectivos previos. En este proceso, los actos propios de la voluntad se llaman elícitos, y los de las otras potencias, en  cuanto que son producidas por un movimiento voluntario, se llaman actos imperados

Los pasos del acto voluntario son:
  • La aprehensión del fin y el consiguiente querer el fin.
  • La deliberación y la consiguiente elección.
  • La ejecución y el correspondiente goce o disfrute.
Los diferentes pasos enunciados se dan en la realidad a la vez, siendo difíciles de conocer por la experiencia común. 

De un modo más detallado el acto voluntario se da de la manera siguiente:

1° La inteligencia percibe un objeto como bueno.
2° Esa percepción despierta en la voluntad una complacencia. 
3° La complacencia provoca un examen más atento de ese bien. 
4° Se pasa a la intención de conseguir ese bien.
5° Se buscan los medios.
6° Se consiente en los medios.
7° Se delibera, examen de los medios.
8° Elección de un medio como exclusión de otros.
9° La ordenación de las operaciones a realizar, mandato.
10° Se ponen en movimiento las facultades.
11° Ejecución, las facultades actúan según la voluntad.
12° Se disfruta del bien conseguido. 

 d) La libertad.

Se define la libertad como "aquella propiedad de los actos voluntarios por la cual decimos que son voluntarios". La libertad es una propiedad de la voluntad del hombre, por la que éste se autodetermina en sus actos hacia el fin.

Todo el que obra o se mueve en virtud de un principio intrínseco y tiene algún conocimiento del fin posee en sí mismo el principio de sus actos, no sólo para obrar, sino también para obrar por el fin. Los que tienen conocimiento del fin se mueven a sí mismos. Y sus movimientos se llaman voluntarios. Los actos voluntarios nacen de un ente que tiene dentro de sí el principio de ellos, y este ente, desde sí mismo, los encamina hacia un fin.

Si entendemos los grados de vida como grados de automovimiento, en último término, los entendemos como grados de libertad. Se puede considerar la libertad de los animales superiores como una libertad imperfecta, ya que el hombre es el único animal que pone los medios para alcanzar el fin que ha elegido.

En virtud de la libertad, la voluntad puede determinarse a sí misma a querer o a no querer; a este tipo de libertad se llama libertad de ejercicio: y una vez que se determina a querer puede determinarse a querer una cosa u otra, que es lo que se llama libertad de especificación. Desde este punto de vista de la autodeterminación, la libertad tiene como correlato la ausencia de coacción interna. Y la libertad interior requiere también la ausencia de coacción externa, a la que se llama libertad física.

El tema de la libertad se profundiza con más detalle en la Antropología Filosófica.

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