1. Filosofía de lo viviente y filosofía natural-

Entre los entes naturales, ocupan un lugar especial los vivientes, que se caracterizan por una singular capacidad de auto-movimiento; por su misma naturaleza, pueden asimilar las substancias exteriores convirtiéndolas en su propia substancia; se desarrollan en modos variados manteniendo su unidad individual; poseen una diversificada capacidad de auto-regulación; por su capacidad reproductora, originan otros individuos de su misma especie. Su peculiaridad es que poseen alma como su forma substancial y como principio de vida.

Características de la vida:

·        Vivir no es idéntico a obrar, sino que es el modo de ser de los vivientes:  vivir no es lo mismo que operar porque tan vivo está el ser vivo que opera mucho como el que opera menos, el viviente es viviente realice o no operaciones. La vida designa aquello por lo cual el viviente se mueve a sí mismo, es decir, que la vida hace relación a la substancia a la que por naturaleza conviene moverse espontáneamente e impulsarse a la operación. De tal manera que el alimentarse, el sentir, el trasladarse de lugar y el entender son predicados accidentales, y en cambio el estar vivo es un predicado substancial. Para los vivientes, vivir es ser, el viviente existe como tal si está vivo, la vida no puede faltarle sin que deje de ser existente (Eje.: un viviente puede estar sin pensar, pero no puede existir sin vida).

·        El  ser  vivo  como  sujeto de  operaciones inmanentes: la vida se puede definir como la capacidad de realizar operaciones por sí mismo y desde sí mismo, a las cuales las llamamos inmanentes. De esta manera, la inmanencia significa que en el ser vivo hay un "sí mismo" que permanece siempre, y en el cual permanecen también los efectos de las operaciones (Eje.: un hombre que estudia, lo que estudia permanece dentro de él). Ahora bien, el "quedarse  dentro"  puede ser  de  muy diversas  maneras,  ya que no  es  lo  mismo el estudio (citado en el ejemplo)  que la permanencia de un alimento o de una sensación. Eso da lugar a diversas formas de inmanencia o dicho con otras palabras, a diversas formas de vida, por eso, podemos definir la vida como "capacidad de realizar operaciones inmanentes", de tal manera que dichas operaciones se efectúan desde el mismo viviente y su efecto modifica al viviente perfeccionándolo.

Esta vida se da por grados, según su grado de inmanencia (vegetativa, sensitiva y racional). La vida vegetativa es propia de las plantas, la sensitiva pertenece a los animales y la racional es propia del hombre.

a) La vida vegetativa.

El primer nivel de vida es la vegetativa, en la que hay un primer grado de inmanencia, de tal manera que lo que se emana  (el fruto) procede de dentro, aunque lo que se emana acaba por convertirse en algo totalmente extrínseco. Sin embargo, la intimidad puede entenderse como el metabolismo vegetal.

En la vida vegetativa podemos distinguir tres funciones o actividades vitales: la génesis, el auto-desarrollo y la auto-conservación, correspondientes  a las tres potencias del alma vegetativa: potencia generativa, aumentativa y nutritiva.

Fuente: http://blogdejardineria.com/wp-content/uploads/2014/07/Papaya.jpg

¿Cómo muestran su inmanencia estas plantas?

Como dice Santo Tomás, en sentido propio, "nutrirse consiste en recibir algo en sí mismo en orden a la propia conservación". Por eso, podemos afirmar que la nutrición es una actividad que posee una cierta inmanencia, porque el alimento, aunque se tome del exterior, termina dentro del viviente, de tal manera que el alimento exterior es transformado en substancia viva del propio organismo.

La facultad aumentativa o del crecimiento es una potencia diferente de la nutrición, pues sus operaciones son diferentes. Eso es así porque el concepto de aumento cuantitativo no se contiene ni se deduce de la noción de permanencia de la misma substancia, a través de la sustitución de los elementos materiales que la integran, como sucede en la nutrición.

La última facultad es la generativa por la que el viviente genera a un individuo de su misma especie. Los generantes son la causa agente en virtud de su poder generativo; la causa material es el mismo cuerpo del generante, y el efecto generado es de la misma especie que la causa.

b) La vida sensitiva.

El segundo grado de vida es el que se da en los animales, que tienen un conocimiento sensible, y la inmanencia es superior a la de los vegetales, porque aunque se parte del exterior (el conocimiento conoce lo extramental), lo conocido queda impreso en los sentidos externos, pasa luego a la imaginación y después a la memoria, quedando en el interior del animal.

Iremos viendo, a continuación, los diversos grados de esta forma de vida. Es bueno saber que ésta es también compartida por el ser humano pero que, a la vez, lo supera. Va de forma gradual desde los animales con menos vida interior hasta el ser humano con muchas más vida interior.

b1) Formas superiores de vida.

Rasgos generales.

La vida sensitiva se caracteriza por tener dos actividades: el conocimiento y la apetición. Estas dos facultades existen de un modo superior en el hombre, no como meras acepciones sensitivas (en los animales), sino como espirituales, de tal manera que las facultades se ordenan entre sí y las superiores influyen en las inferiores (Eje.: la vista de la comida ayuda a nutrirse mejor). Además, las facultades superiores pueden colaborar para el mejor funcionamiento de las inferiores; por esto, las facultades inferiores se subordinan a las facultades superiores.

La vida sensitiva, prescindiendo de la diferencia entre el hombre y el animal, se caracteriza como aquella que está regida por el conocimiento de lo particular sensible y por la apetencia de ello. Dicho en otras palabras, la vida sensitiva es aquella en la cual el comportamiento del viviente se realiza en base a un conocimiento previo de las realidades particulares del mundo sensible y según un control de los movimientos propios (la apetición) que resulta de ajustar el comportamiento a las realidades particulares conocidas.

 El conocimiento como perfección vital.

El vegetal vive las cosas sin sentirlas ni conocerlas; de tal manera que podemos decir que, si no siente ni conoce, es como si no viviera: pero vive. Ahora bien, podemos decir que si se siente y se conoce se vive mucho más.

Los vivientes corpóreos tienen un doble ser: uno material (por el cual el alma constituye un cuerpo físico organizado, es decir, un organismo viviente) y otro inmaterial (por el cual el alma constituye las facultades cognoscitivas y, además, se abre a otras realidades extrasubjetivas). Esto se puede explicitar diciendo que, según sea el ser material, cada cosa es sólo lo que es (Eje.: la piedra es sólo piedra), y según su ser inmaterial, además de ser lo que es, es en cierto modo las demás cosas (Eje.: el hombre,además de ser hombre, al conocer la pizarra, es pizarra).

Posesión intencional de la realidad.



Fuente: Edición propia

Conocer, para Aristóteles, es "poseer intencional o inmaterialmente una forma". Pero forma no es lo que en el lenguaje vulgar suponemos como contorno o figura. Por forma entendemos "el principio intrínseco de unidad y actividad" y "aquello por lo cual algo es lo que es". Así, por ejemplo, un cuerpo se pone rojo porque recibe la forma (accidental) "rojo". En ese sentido se dice que un cuerpo es rojo porque posee materialmente la forma rojo. Ahora bien, si es un animal, la vista no necesita ponerse roja para captar el rojo. Por eso, el color rojo no está en la sensibilidad del mismo modo que en un cuerpo, es decir, posee el rojo pero sin enrojecer, y a este modo de poseer la sensibilidad del rojo se le llama posesión intencional o inmaterial del color rojo. Por eso, se entiende mejor que el conocimiento es una posesión intencional o inmaterial de una forma.

La posesión intencional del conocimiento significa que lo propio de él es salir de sí y referirse a otras cosas, a la realidad, y por eso, al decir que el conocimiento es intencional, queremos decir que el alma, mediante el conocer, es "en cierto modo todas las cosas", es decir, el viviente vive las demás cosas.

Asimilación cognoscitiva.

Afirmamos con Santo Tomás que en el conocimiento, el cognoscente en acto y lo conocido en acto son un solo acto, es decir, el cognoscente actualiza a lo conocido, y lo conocido actualiza a la facultad de conocer, siendo simultáneas ambas actualizaciones. Eso es así porque la forma de lo conocido se imprime en el cognoscente (especie impresa) y el cognoscente actualiza la forma de lo conocido (especie expresa). La especie impresa es la forma del objeto conocido en cuanto impresa en la facultad de conocer y en cuanto que tenida y retenida por ésta (la especie impresa es una semejanza de la cosa o la forma inmaterial de los objetos externos). La especie expresa es la forma de los objetos en cuanto expresada por la facultad de conocer, es decir, lo producido por las potencias cognoscitivas superiores, en la que ellas expresan lo que han conocido de lo real.

b2) La sensación.

La sensación es el acto de sentir, es la recepción intencional de una forma sensible y particular, sin materia. El conocimiento sensitivo es menos complejo en los animales y más perfecto en el hombre. 
Las sensaciones son vividas por el cognoscente según una diversa intensidad. Cada sentido posee un "umbral mínimo" y un "umbral máximo" de sensación por debajo o por encima de los cuales la energía estimulante no produce sensación (Eje.: un ruido demasiado suave o un ruido demasiado fuerte). Por otra parte decir que, la sensación es inmaterial porque los sentidos captan la forma inmaterial o intencional de las cosas naturales. 

Imagen: Exceso de sensaciones


b3) Los sentidos externos.

Clasificación de los sentidos externos.

Aristóteles distingue cinco sentidos externos, jerarquizándolos de los menos perfectos a los más perfectos.


 

Imagen: los sentidos externos.

· Sentidos inferiores: el gusto y el olfato, son los que actúan por contacto inmediato con su objeto y reciben tanto la forma intencional (Eje.: el olor, el sabor, la temperatura) como la acción física de estas cualidades. Actualmente es admitido por algunos autores que el sentido del tacto está dividido en tres sentidos diferentes: el táctil (que aprecia la rugosidad o lisura de las superficies), el térmico (que conoce el calor y el frío) y el algésico (que se da cuenta del dolor).

· Sentidos superiores: el oído y la vista. Estos sentidos reciben intencionalmente la forma de la cualidad que captan sin contacto físico inmediato con el objeto, aunque requieran también una acción física que se realiza a través del medio transmisor (Eje.: el aire, el agua, etc.).

El objeto de los sentidos externos.

Para clasificar lo que los sentidos extemos captan, Aristóteles establece una división entre sensibles propios y sensibles comunes.

·    Sensible propio: es aquel que puede ser captado por un solo sentido: el olfato capta los olores, el gusto capta los sabores,  el tacto capta las cualidades táctiles, la vista capta los colores y el oído capta el sonido. Cada uno de estos sentidos no se equivoca con respecto a los sensibles propios. A través del sensible se capta todo lo demás.

·    Los sensibles comunes: son captados por más de un sentido, y son estos cinco: movimiento, reposo, número, figura y magnitud. Estos sensibles son comunes a todos los sentidos, aunque algunos de ellos no los capten todos; sólo el tacto y la vista perciben los cinco sensibles comunes. Los sensibles comunes son aspectos cuantitativos de los objetos.

b4) Los sentidos internos.


 Diferenciación de los sentidos internos.

La vida de los animales superiores requiere no sólo que se reciba la realidad presente, sino que se capte también la que está ausente, pues el animal no podría realizar movimientos de búsqueda, cuyo objeto son realidades ausentes. Por eso, es preciso que además de los sentidos externos, que captan lo presente, haya otro sentido que lo retenga y lo conserve. Así pues, a la recepción de las formas sensibles se ordenan el sentido propio (sentidos externos) y el sentido común, y a su retención y conservación se ordena la fantasía o la imaginación. A la percepción de las intenciones no recibidas por los otros sentidos se ordena la estimativa. A su conservación, la memoria, que es un archivo de las intenciones (por percibido por el intelecto agente).  En el hombre, la estimativa recibe el nombre de cogitativa, porque la recibe mediante una cierta reflexión.

Los sentidos internos.

El sentido común: 

La pluralidad de sensaciones se unifica formando lo que conocemos con el nombre de percepción. Y ésta lo realiza el sentido común. El objeto del sentido común es el mismo que el de los sentidos externos; pero además capta los actos de estos sentidos (Eje.: sentimos que oímos, sentimos que vemos), capta su propio vivir. Tiene cuatro funciones: captar los objetos de los sentidos externos, diferenciarlos entre sí, unificarlos en la percepción y captar los actos de los sentidos externos y ejercer así la conciencia sensible o la autoconciencia. Se puede decir que,  en el sentido común se produce la primera captación muy imperfecta de la substancia.

La imaginación:

La síntesis sensorial que realiza el sentido común produce una impresión que no pasa. De manera que, aunque la percepción (acto) pase, el haber percibido no pasa, sino que se queda a disposición de otra potencia sensitiva capaz de volver a hacer presente algo que en un momento estuvo pero que ya no lo está (presente), es a la que se llama fantasía o imaginación. Esta potencia se pone en acto por sí mismo y desde sí mismo, y lo que hace es imaginar, es decir, volver a presentar lo que una vez estuvo presente. Al acto de la imaginación se le llama fantasma o imagen. En el hombre, la imaginación está penetrada por la inteligencia y puede estar gobernada por la voluntad (pero no lo está cuando se da el ensueño).  La función de la imaginación es la de retener las síntesis sensoriales, ya sea en presencia o en ausencia del objeto. Concretamente tiene cuatro funciones: Archivar las síntesis sensoriales, realizar la configuración perceptiva sumando a una síntesis sensorial dada la síntesis archivada, combinar percepciones para obtener imágenes más generales y suministrar al intelecto imágenes de las cuales el intelecto obtiene ideas abstractas.

La autoconciencia  animal: la estimativa y la cogitativa:

Se llaman sentidos  formales  al sentido común y a la imaginación, porque sus sujetos son las formas sensibles  que están o han estado presentes; y se llaman sentidos intencionales a la estimativa y a la memoria, porque sus objetos son los valores concretos de las cosas, a los que el viviente tiende.

La estimación consiste en relacionar una realidad exterior con la propia realidad vital, es decir, con la propia situación orgánica. Unicamente captando ambas realidades es posible emitir una estimación o valoración sobre la conveniencia o disconveniencia recíproca (de lo exterior con lo interior). De esta manera se alcanza el grado máximo de autoconciencia que puede darse en un animal. A esta estimación en el lenguaje ordinario se le llama instinto.


Video: El puma y el oso (estimativa animal).

La existencia de la estimativa se conoce mediante la existencia de actos que no son reducibles a otras facultades. El animal capta la conveniencia o repulsión de una realidad externa y acomoda su conducta a dicha realidad, pero el peligro captado no es ni un sensible propio ni un sensible común. Por eso, es necesaria la existencia de una facultad que se llama estimativa, y se caracteriza por estimar o valorar una realidad exterior (Eje.: la oveja no huye del lobo porque le resulta estéticamente desagradable, sino porque lo estima peligroso para ella). La valoración o estimación se establece entre una realidad externa y el propio organismo (la propia vida). Por la estimativa, el animal capta la conveniencia o la disconveniencia para su naturaleza de una realidad sensible singular.

Se caracteriza por se el cierre del circuito de la vida animal: en ella se articulan las funciones cognoscitivas, con las apetitivas y motoras, luego se produce una emoción o sentimiento positivo o negativo; es la facultad de la experiencia, porque ejecuta una acción singular que versa sobre lo singular; es innato (que no necesita aprendizaje) y estable (que no varía la conducta del animal ni en el espacio ni en el tiempo). La estimativa en el animal tiene tres funciones: Estimar o valorar lo singular, dirigir la acción práctica respecto de lo valorado, adquirir experiencia sobre lo singular externo y sobre la propia acción práctica que se refiere a lo singular externo.

Estas tendencias son compartidas por el hombre, pero modificadas por su racionalidad. En el hombre la estimativa tiene las mismas funciones que los animales, pero como está conectada con el intelecto, funciona con mucha más complejidad y amplitud, y se le llama cogitativa.

La memoria:

Así como hay una pareja de sentidos formales, de tal manera que uno recibe y el otro conserva (sentido común e imaginación, respectivamente), entre los sentidos intencionales uno capta y juzga sobre sus valores (estimativa) y otro los conserva y los compara (memoria).

El punto más importante que diferencia la imaginación de la memoria es que aquélla no capta el pasado como tal, y la memoria, sí. La memoria conserva la actividad interior vivida por el viviente, es decir, el pasado que le pertenece. Así es como la memoria da continuidad a la intimidad subjetiva y retiene la sucesión temporal del propio vivir. Su especie expresa es el recuerdo. Es una facultad orgánica y por tanto susceptible de lesión y de localización cerebral.

En el hombre, además de la memoria descrita, se admite una memoria intelectual. Por una parte, la memoria sensible del hombre no funciona como la del animal, por advenimiento súbito del recuerdo, sino que pregunta activamente sobre el pasado con razonamientos concretos, de manera que por esta actividad directiva (propia del intelecto y de la voluntad) el hombre dispone más activamente de un vivir pasado. Y la memoria intelectual no es una potencia distinta de la inteligencia, sino que es ésta misma en cuanto realiza las acciones de conservar las especies intelectuales que no están en acto y reconocer como pasados los actos espirituales.

b5) La dinámica tendencial y las pasiones.

LA DINÁMICA TENDENCIAL

Con estos últimos dos temas (sentidos internos y, la dinámica tendencial y las pasiones) llegamos al límite del mundo interior compartido por los animales y el ser humano, pero superado por este último.

El apetito.

El apetito es una inclinación o tendencia del ente hacia su propia perfección natural, es decir, hacia su propio fin.
 
El apetito natural y elícito.

Cuando esta inclinación proviene exclusivamente del principio activo (forma) del ente real (inerte o vivo) se le llama apetito natural; y cuando la inclinación proviene o es provocada por algo externo conocido como algo agradable, útil para la propia naturaleza, se designa con el nombre de apetito elícito.

Por esto, el término apetito natural designa el único principio operativo en los seres sin conocimiento, tanto minerales como vegetales, es decir, en aquellos seres que simplemente cumplen o ejecutan un movimiento sin conocer ni el objetivo al que tienden ni su propio tender. En cambio, el término opetito elícito designa aquel principio operativo que existe en los seres de vida superior (animales y hombres). Dentro del apetito elícito cabe una distinción entre el apetito elícito sensitivo, que es la tendencia que se desencadena desde el conocimiento sensitivo, y el apetito elícito intelectual o voluntad, que se fundamenta en el conocimiento intelectual.

Apetito concupiscible e irascible.

El apetito sensitivo es una facultad genérica llamada sensualidad (sensualitas), que se divide en dos potencias: la concupiscible (deseo) y la irascible (impulso). Es necesario que en la parte sensitiva del alma haya dos potencias apetitivas: una por la cual el alma tienda simplemente hacia lo conveniente en el orden sensible y rehúya lo nocivo: a ésta le llamamos concupiscible; y otra por la cual el alma rechaza cuanto se le opone en la consecución de lo que le es conveniente y le ocasiona perjuicios, y a ésta llamamos irascible, cuyo objeto es lo arduo.

Esas dos inclinaciones no pueden ser reducibles a un solo principio, ya que a veces el alma, a despecho de la inclinación de su apetito concupiscible, se ocupa de cosas arduas, a fin de superar los obstáculos conforme a la inclinación del irascible. Podemos afirmar que todas las tendencias del irascible tienen su principio en las del concupiscible, y en ellas terminan. Estas son las tendencias básicas, cuyos actos se denominan pasiones.

El apetito concupiscible lo tienen todos los animales aunque sólo tengan el sentido del tacto (animales con menos vida interior, por ejemplo, un caracol) En cambio la agresividad, al tener que realizar operaciones trabajosas y de larga duración, requiere un equipamiento completo de los sentidos internos (animales con más vida interior, por ejemplo, un elefante).

Los apetitos sensitivos del hombre.

La articulación entre el apetito concupiscible e irascible (deseos e impulsos) y razón y voluntad es del tipo de lo que Aristóteles llamó dominio político en contraposición al dominio despótico (Eje.: el dominio despótico se da entre la voluntad y el sistema muscular-motor: cuando quiero mover un brazo lo muevo). No ocurre lo mismo con el apetito concupiscible y el irascible y la razón y la voluntad. El dominio que se tiene sobre ellos se llama político, dicho en otras palabras, que la intimidad subjetiva "educa" a las tendencias o apetitos, que las modula según sus propios criterios y de la conjunción entre esta acción moduladora y el medio sociocultural resulta el carácter del hombre. 


LAS PASIONES

Las pasiones en general.

Para no caer en equívocos del lenguaje, conviene delimitar el sentido de los siguientes términos:

La emoción: 

es el fenómeno que desarticula las funciones de control e inhibición provocando un desorden profundo en todo el psiquismo.

El sentimiento: 

es el fenómeno que produce un efecto regulador y estabilizador de la vida psíquica individual.

La pasión: 

es la que designa tanto una emoción como un sentimiento en la psicología tomista.

 

Imagen: Los afectos.

Podemos definir las emociones y sentimientos como "la valoración de una realidad externa respecto de los propios deseos e impulsos". Con otras palabras, podemos decir que son unos juicios que establecen la "conexión" entre una realidad presente y las fuerzas de la intimidad subjetiva. Por eso, a esta conexión es a lo que hemos llamado autoconciencia animal.

Las pasiones no son de suyo actos cognoscitivos, pues dan noticia únicamente de la actitud de la subjetividad (de atracción o de repulsión), y por eso las pasiones sensibles tienen per se manifestaciones fisiológicas (Eje.: aceleración del pulso, temblor, etc.). En cambio, las pasiones espirituales pueden tener repercusiones corporales pero no serán siempre necesarias (Eje.: en el sentimiento religioso).

Clasificación tomista de las pasiones:

En el apetito concupiscible: se considera el amor como inclinación o aptitud con el bien, y el odio en relación con su contrario, el mal. Si el bien futuro que se ama no es poseído, da lugar al deseo; y el afecto, respecto del mal futuro, es la aversión. Cuando se ha poseído el bien, se llama placer o gozo, al cual se opone, por parte del mal, el dolor o tristeza.

En el apetito irascible: estas pasiones presuponen la consecución de un bien obstaculizado (el bien arduo) o la evitación de un mal. Las pasiones se dan así: respecto de un bien futuro que se considera alcanzable, da lugar a la esperanza, y si se considera inalcanzable, la desesperación; respecto de un mal futuro que se considera inevitable, la pasión es el temor, y si se considera superable, la pasión es la audacia; en orden al bien obtenido no hay pasión alguna en el irascible, porque ya no tiene carácter de arduo, y si se trata de un mal presente, la pasión es la ira.

c) La vida intelectiva.

Es el grado más perfecto de inmanencia, y por lo tanto de vida. No sólo conoce, sino que se conoce, y lo conocido, que es el mismo intelecto, queda dentro de él. Sin embargo, la vida intelectiva humana no es la más perfecta, pues para conocer hay que partir de algo exterior.

Este tema se ampliará más adelante al tratar el estudio metafísico del hombre.

d) El alma.

El alma: principio vital de los vivientes.

Después de haber estudiado lo que es la vida y sus grados, nos toca ahora ver el principio del vivir. Al principio de vida de los seres vivientes le llamamos alma o psique. Desde un punto de vista histórico, en el mundo antiguo la mayoría de los filósofos consideraron el alma como espiritual e inmortal, aunque algunos también la consideraban como material y mortal. Con algunas diferencias, esa división permanece también en nuestros días.

Santo Tomás de Aquino explica que no todo principio de operación vital es alma, porque entonces los ojos serían alma, ya que en cierto modo son el principio de la visión. Y lo mismo se podía decir de otros órganos. Ahora bien, el alma es el "primer principio de la vida". Por eso, ningún cuerpo puede ser el primer principio de la vida, pues de lo contrario todo cuerpo sería viviente. Luego si el ser viviente no le compete por ser cuerpo, lo recibirá por parte del acto (no del cuerpo, que es la potencia). Por ello el alma, que es el primer principio de la vida, no es cuerpo, sino acto del cuerpo. En consecuencia, el alma es primer principio e incorpóreo.

A los primeros principios activos de los seres vivos los llamamos almas, y por lo tanto podemos llamar alma al principio activo del animal, vegetal o mineral, aunque técnicamente al principio del mineral se le llama sólo forma o forma substancial.

En consecuencia, con Aristóteles podemos afirmar que la definición del alma es "el acto primero de un cuerpo orgánico", o también "aquello por lo que primeramente  vivimos, sentimos, nos movemos o entendemos".

No obstante, hay que aclarar que la forma o alma y la materia no existen por separado. En las realidades corpóreas, el alma no espiritual de los seres no racionales no puede existir sin el cuerpo, del cual es el principio organizador y activo. Por lo tanto, lo que existe en sí es la substancia viviente, es decir, todo el animal o el vegetal. El alma no espiritual se caracteriza por ser: simple, inextensa, incorpórea y única.

El tema del alma humana se tratará en el punto dos, donde se profundizará sobre el estudio metafísico del hombre. 


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